JARRO CON FLORES Y FRUTERATECNICA MIXTA SOBRE MADERA 23x23cm
(enmarcado dorado envejecido) Adquirido funcionaria Municipalidad de San Pedro de la Paz 2008
8/23/2007
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8/22/2007
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claves para invertir en arte
Por Pabla Ugarte.
Chile ofrece una oportunidad única para aquellos que desean convertirse en coleccionistas de arte contemporáneo. Pero se debe aprender a reconocer la calidad de las obras.
Con frecuencia me invitan a conocer sus casas algunos hombres y mujeres de negocios para que evalúe sus colecciones de arte. Lamentablemente, suelo encontrar espléndidos espacios saturados con pinturas y esculturas que no conforman un buen conjunto, y que sólo permiten a su dueño mostrar que han alcanzado cierto estatus social. Los conjuntos no tienen un tema definido, son vagos, o las piezas no representan los mejores períodos de cada autor. Un coleccionista que quiere alcanzar cierto grado de sofisticación debe seguir algunas reglas básicas que le permitirán dotar de valor a su conjunto de obras. Lo más importante de todo es que nunca se debe olvidar que cada artista ha tenido su propio proceso de búsqueda, y que esta exploración va conformando los denominados “períodos”. Un ejemplo conocido es el de Pablo Picasso, y sus períodos “azul”, “rosa”, o “cubista”, entre otros. Aunque Picasso siguió trabajando hasta su muerte, nunca llegó a igualar las obras anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Así, es claro que el proceso productivo del artista, por genial que éste sea, no es constante ni en calidad ni en cantidad, por lo que es muy importante saber distinguir entre una buena obra de un buen período versus una obra secundaria o de un período irrelevante. Esta variabilidad no es pecado, y forma parte del propio proceso de búsqueda de cada artista, pero sí tiene implicancias desde el punto de vista del valor de las obras y de las colecciones de las que son parte.Entender la importancia de los períodos es una cuestión fundamental en el proceso de conformar colecciones de calidad. Un caso cercano y útil para ilustrar el tema es Roberto Matta. El artista comenzó su carrera en 1935 en París, con el movimiento surrealista. Durante esta primera etapa, Matta decide pintar las imágenes de su subconsciente y se sumerge en las “morfologías sicológicas”. En 1939 deja Europa escapando de los nazis y se radica en Estados Unidos donde se involucra en el movimiento Action Panting –que abogaba por la creación artística libre y sin la necesidad de estudios previos o ideas preconcebidas. Posteriomente, regresa a Europa y comienza una nueva etapa en su vida artística. Es expulsado del movimiento surrealista y se distancia de los aspectos formales de la pintura. Posteriormente, en los 60, es fuertemente influenciado por los movimientos sociales y políticos, e incorpora todos estos elementos en sus obras.Por último, hacia fines de los 70 aborda el tema de la identidad del ser humano, un área en la que permanece trabajando hasta su muerte en 2002. Desde un punto de vista de coleccionista, ¿todas estas diferentes etapas tienen impacto en la calidad de las obras y, por lo mismo, en su valor? La respuesta está muy clara si se analiza cómo se ha movido el mercado de los trabajos de Matta. Veamos las cifras. De las 20 obras del artista que han alcanzado mayores precios, la mitad corresponden al período 1942-1948, cuando el artista estuvo en Nueva York y desarrolló lo que se conoce como el automatismo. De las 10 obras restantes, siete son trabajos ejecutados entre 1938 y 1939 (“las morfologías sicológicas”). Los otros tres trabajos son: uno de 1950, uno de 1954 y otro del período de la violencia política (1968), que además corresponde a una de sus obras de mayores dimensiones, 9x3 metros. ¿Es este sesgo por algunos períodos específicos un capricho del mercado? Claramente no. Todos los historiadores coinciden en señalar los períodos surrealistas como los más relevantes en su obra. Se trata de trabajos frescos, de indudable influencia en la historia de la pintura universal. Pero, ¿qué ocurre si en lugar de analizar 20 obras, se amplía la muestra a las 60 de mayor valor comercial? Lo mismo: la gran mayoría corresponde a obras pintadas antes de 1959, mientras que la presencia de trabajos elaborados después de ese año es casi nula.Un análisis individual de las obras muestra que las piezas de los años 1938, 1939 y 1942 son las que han alcanzado los precios récord. Veámoslo en detalle: la pintura más cara es Los desastres del misticismo, pintada en 1942. Se vendió en 1995 por US$ 2,1 millones. Luego, en 1999, alcanzó el récord de US$ 3,4 millones. En sólo cuatro años su valor subió más de 50%. Hoy, esta obra es propiedad de la colección de Eduardo Constantini-Malba. Demás está decir que, de salir nuevamente al mercado, la pieza alcanzaría otro récord. Para establecer una comparación que nos ayude a apreciar la importancia de los períodos en las obras, tomemos como ejemplo dos pinturas que también fueron revendidas en subastas públicas en 1999. Primero, Composición (sin título), de 1963. Esta obra había sido comprada en 1989 por US$ 105.000. Cuando fue ofrecida, diez años más tarde, se subastó en sólo US$ 88.000. Un segundo caso es la pintura Les Humarbres (L’Arbre Humain), de 1973, una obra de 2x2 metros. En 1997 fue adquirida por US$ 76.000. En 1999, lo máximo que ofrecieron en subasta fue US$ 95.000. Queda claro. Si bien una buena obra de arte siempre cuesta cara, con el tiempo se valoriza de una manera inalcanzable comparado con una obra secundaria del mismo autor, sea Picasso, Matta o cualquier otro.El famoso experto Adam Lindemann, quien compra arte desde 1980, señaló respecto de su colección de obras de Andy Warhol, que “¿por qué guardar un puñado de baratijas, por mucho estilo que tengan, si uno puede hacerse con una obra maestra? Todos y cada uno de los Warhol que no compré porque me parecieron demasiado caros, incluido un pequeño Car Crash, una pequeña Last Supper y un Electric Chair, doblaron su valor en dos años”. Constatar la importancia de reconocer la calidad de una determinada obra, independiente del renombre del autor, plantea un desafío mayúsculo: ¿cómo estar seguro de si un trabajo es realmente relevante? Y preste atención a este punto: el concepto correcto es relevancia, no simplemente “bueno” o “malo”. La relevancia se define respecto de su tiempo y su contexto. Una obra debe ser pertinente, representativa, lúcida y con significado para su época, además de única (incluso si estamos hablando de una obra seriada). Si es así, hay una muy buena probabilidad de estar haciendo una buena inversión. Ese es él consejo más importante. Más que nombres, un coleccionista con ambición debe siempre privilegiar calidad antes que cualquier otra cosa.Una vez teniendo clara la importancia de los períodos, es clave encontrar un nicho que, además de interesante, sea asequible para el potencial coleccionista. Esto significa buscar un circuito donde la oferta sea suficientemente amplia como para llegar a tener una buena colección. Por ejemplo, es ingenuo pensar que hoy se puede armar una gran colección de obras impresionistas, ya que, independientemente de su valor comercial, las principales piezas ya están en colecciones públicas o privadas y difícilmente van a volver al mercado. En otras palabras, si alguien está interesado en armar una colección de este movimiento debe resignarse a una colección secundaria en el mejor de los casos. Entonces, ¿qué podría llegar a ser hoy interesante para coleccionar en Chile? La respuesta es arte contemporáneo. Primero, porque existe mucha oferta. Son pocos los países como Chile que generan arte contemporáneo de calidad, y no sólo arte nativo o producción pictórica que tiene relación con la artesanía. Segundo, porque existe un grupo creciente de artistas que están creando obras muy interesantes, pero que casi no tienen mercado para colocarlas. Así, deben trabajar para sus proyectos, para luego guardar o desmembrar sus obras. Hace seis meses, hice una encuesta a artistas del circuito más interesante de nuestro país, que incluyó la Galería Metropolitana, Matucana 100 y Galería Gabriela Mistral. El resultado fue elocuente. En promedio, nuestros artistas tienen 25 exhibiciones en instituciones sin fines de lucro (15 en Chile y 10 en el extranjero) y un promedio de 5 exhibiciones en espacios con fines de lucro (2,6 en Chile y 2,4 fuera de nuestro país). Es decir, son artistas que cuentan con respaldo de la crítica internacional, pero no están presentes en los espacios comerciales. Es evidente que estamos frente a una ausencia de demanda, cuya principal causa es la falta de conocimiento específico de los medios y de los potenciales coleccionistas.
Fuente: Poder360.com
Chile ofrece una oportunidad única para aquellos que desean convertirse en coleccionistas de arte contemporáneo. Pero se debe aprender a reconocer la calidad de las obras.
Con frecuencia me invitan a conocer sus casas algunos hombres y mujeres de negocios para que evalúe sus colecciones de arte. Lamentablemente, suelo encontrar espléndidos espacios saturados con pinturas y esculturas que no conforman un buen conjunto, y que sólo permiten a su dueño mostrar que han alcanzado cierto estatus social. Los conjuntos no tienen un tema definido, son vagos, o las piezas no representan los mejores períodos de cada autor. Un coleccionista que quiere alcanzar cierto grado de sofisticación debe seguir algunas reglas básicas que le permitirán dotar de valor a su conjunto de obras. Lo más importante de todo es que nunca se debe olvidar que cada artista ha tenido su propio proceso de búsqueda, y que esta exploración va conformando los denominados “períodos”. Un ejemplo conocido es el de Pablo Picasso, y sus períodos “azul”, “rosa”, o “cubista”, entre otros. Aunque Picasso siguió trabajando hasta su muerte, nunca llegó a igualar las obras anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Así, es claro que el proceso productivo del artista, por genial que éste sea, no es constante ni en calidad ni en cantidad, por lo que es muy importante saber distinguir entre una buena obra de un buen período versus una obra secundaria o de un período irrelevante. Esta variabilidad no es pecado, y forma parte del propio proceso de búsqueda de cada artista, pero sí tiene implicancias desde el punto de vista del valor de las obras y de las colecciones de las que son parte.Entender la importancia de los períodos es una cuestión fundamental en el proceso de conformar colecciones de calidad. Un caso cercano y útil para ilustrar el tema es Roberto Matta. El artista comenzó su carrera en 1935 en París, con el movimiento surrealista. Durante esta primera etapa, Matta decide pintar las imágenes de su subconsciente y se sumerge en las “morfologías sicológicas”. En 1939 deja Europa escapando de los nazis y se radica en Estados Unidos donde se involucra en el movimiento Action Panting –que abogaba por la creación artística libre y sin la necesidad de estudios previos o ideas preconcebidas. Posteriomente, regresa a Europa y comienza una nueva etapa en su vida artística. Es expulsado del movimiento surrealista y se distancia de los aspectos formales de la pintura. Posteriormente, en los 60, es fuertemente influenciado por los movimientos sociales y políticos, e incorpora todos estos elementos en sus obras.Por último, hacia fines de los 70 aborda el tema de la identidad del ser humano, un área en la que permanece trabajando hasta su muerte en 2002. Desde un punto de vista de coleccionista, ¿todas estas diferentes etapas tienen impacto en la calidad de las obras y, por lo mismo, en su valor? La respuesta está muy clara si se analiza cómo se ha movido el mercado de los trabajos de Matta. Veamos las cifras. De las 20 obras del artista que han alcanzado mayores precios, la mitad corresponden al período 1942-1948, cuando el artista estuvo en Nueva York y desarrolló lo que se conoce como el automatismo. De las 10 obras restantes, siete son trabajos ejecutados entre 1938 y 1939 (“las morfologías sicológicas”). Los otros tres trabajos son: uno de 1950, uno de 1954 y otro del período de la violencia política (1968), que además corresponde a una de sus obras de mayores dimensiones, 9x3 metros. ¿Es este sesgo por algunos períodos específicos un capricho del mercado? Claramente no. Todos los historiadores coinciden en señalar los períodos surrealistas como los más relevantes en su obra. Se trata de trabajos frescos, de indudable influencia en la historia de la pintura universal. Pero, ¿qué ocurre si en lugar de analizar 20 obras, se amplía la muestra a las 60 de mayor valor comercial? Lo mismo: la gran mayoría corresponde a obras pintadas antes de 1959, mientras que la presencia de trabajos elaborados después de ese año es casi nula.Un análisis individual de las obras muestra que las piezas de los años 1938, 1939 y 1942 son las que han alcanzado los precios récord. Veámoslo en detalle: la pintura más cara es Los desastres del misticismo, pintada en 1942. Se vendió en 1995 por US$ 2,1 millones. Luego, en 1999, alcanzó el récord de US$ 3,4 millones. En sólo cuatro años su valor subió más de 50%. Hoy, esta obra es propiedad de la colección de Eduardo Constantini-Malba. Demás está decir que, de salir nuevamente al mercado, la pieza alcanzaría otro récord. Para establecer una comparación que nos ayude a apreciar la importancia de los períodos en las obras, tomemos como ejemplo dos pinturas que también fueron revendidas en subastas públicas en 1999. Primero, Composición (sin título), de 1963. Esta obra había sido comprada en 1989 por US$ 105.000. Cuando fue ofrecida, diez años más tarde, se subastó en sólo US$ 88.000. Un segundo caso es la pintura Les Humarbres (L’Arbre Humain), de 1973, una obra de 2x2 metros. En 1997 fue adquirida por US$ 76.000. En 1999, lo máximo que ofrecieron en subasta fue US$ 95.000. Queda claro. Si bien una buena obra de arte siempre cuesta cara, con el tiempo se valoriza de una manera inalcanzable comparado con una obra secundaria del mismo autor, sea Picasso, Matta o cualquier otro.El famoso experto Adam Lindemann, quien compra arte desde 1980, señaló respecto de su colección de obras de Andy Warhol, que “¿por qué guardar un puñado de baratijas, por mucho estilo que tengan, si uno puede hacerse con una obra maestra? Todos y cada uno de los Warhol que no compré porque me parecieron demasiado caros, incluido un pequeño Car Crash, una pequeña Last Supper y un Electric Chair, doblaron su valor en dos años”. Constatar la importancia de reconocer la calidad de una determinada obra, independiente del renombre del autor, plantea un desafío mayúsculo: ¿cómo estar seguro de si un trabajo es realmente relevante? Y preste atención a este punto: el concepto correcto es relevancia, no simplemente “bueno” o “malo”. La relevancia se define respecto de su tiempo y su contexto. Una obra debe ser pertinente, representativa, lúcida y con significado para su época, además de única (incluso si estamos hablando de una obra seriada). Si es así, hay una muy buena probabilidad de estar haciendo una buena inversión. Ese es él consejo más importante. Más que nombres, un coleccionista con ambición debe siempre privilegiar calidad antes que cualquier otra cosa.Una vez teniendo clara la importancia de los períodos, es clave encontrar un nicho que, además de interesante, sea asequible para el potencial coleccionista. Esto significa buscar un circuito donde la oferta sea suficientemente amplia como para llegar a tener una buena colección. Por ejemplo, es ingenuo pensar que hoy se puede armar una gran colección de obras impresionistas, ya que, independientemente de su valor comercial, las principales piezas ya están en colecciones públicas o privadas y difícilmente van a volver al mercado. En otras palabras, si alguien está interesado en armar una colección de este movimiento debe resignarse a una colección secundaria en el mejor de los casos. Entonces, ¿qué podría llegar a ser hoy interesante para coleccionar en Chile? La respuesta es arte contemporáneo. Primero, porque existe mucha oferta. Son pocos los países como Chile que generan arte contemporáneo de calidad, y no sólo arte nativo o producción pictórica que tiene relación con la artesanía. Segundo, porque existe un grupo creciente de artistas que están creando obras muy interesantes, pero que casi no tienen mercado para colocarlas. Así, deben trabajar para sus proyectos, para luego guardar o desmembrar sus obras. Hace seis meses, hice una encuesta a artistas del circuito más interesante de nuestro país, que incluyó la Galería Metropolitana, Matucana 100 y Galería Gabriela Mistral. El resultado fue elocuente. En promedio, nuestros artistas tienen 25 exhibiciones en instituciones sin fines de lucro (15 en Chile y 10 en el extranjero) y un promedio de 5 exhibiciones en espacios con fines de lucro (2,6 en Chile y 2,4 fuera de nuestro país). Es decir, son artistas que cuentan con respaldo de la crítica internacional, pero no están presentes en los espacios comerciales. Es evidente que estamos frente a una ausencia de demanda, cuya principal causa es la falta de conocimiento específico de los medios y de los potenciales coleccionistas.
Fuente: Poder360.com